martes, 22 de mayo de 2012

AMRAS Thomas Bernhard


Clásicos
AMRAS / RELATOS
Thomas Bernhard


Un clásico contemporáneo por partida doble. Por partida múltiple. Thomas Bernhard, autor prolijo donde los haya, fallecido prematuramente en 1989, nos ha dejado un valioso legado literario en forma de novelas, obras de teatro y cuentos. Narrativa de grandes vuelos artísticos. Su aportación a la literatura del siglo xx será indeleble. ¿Por qué? Por lo mismo que es indeleble toda la literatura construida con la materia de la intuición y de los sueños. Y, por supuesto, de la razón. Amras, una novela breve publicada en 1964, tiene ya los elementos característicos de lo que luego sería la gran obra de Bernhard. Aún así, adolece de cierto vacío que el autor no supo llenar, o no tuvo la suficiente paciencia ni la suficiente técnica para hacerlo. O quizás todo fue premeditado. Con Bernhard nunca se sabe. Escrita desde la estrechez de miras tirolesa, según las propias palabras del autor, “veía por primera vez qué agujereada había sido siempre la existencia de todos nosotros”. Esta nouvelle no pretende más que subrayar su predisposición a potenciar lo horrible de la vida, algo que será ya para siempre su objetivo primordial en su carrera. Se trata de un observatorio desde el cual observar con toda la fuerza de la fantasía, pues sólo hay actores principales en los personajes secundarios. Se dedica, pues, a diseccionar la forma de pensar y de sentir, su comportamiento es el de un juzgador de sí mismo y de todos los rostros que le atraigan por una u otra razón. Donde encontramos al gran Bernhard que ha hecho que su nombre traspase las fronteras es en el libro de seis relatos. Al principio, y a quien no esté familiarizado con su prosa compacta y supuestamente hermética, podrá parecerle literalmente jactancioso por sus parrafadas redundantes, excesivas. Incluso, en algún momento, pedantes. Pero no hay nada de ello. Bernhard es un maestro del arte literario. Sus relatos parecen envueltos en una sorprendente vaciedad de todo sentido. Nada más lejos. Lo que ocurre es que el autor se divierte y superdivierte haciendo ver que se aburre. Esa es la sensación que me queda. A medida que avanzan los relatos, y a medida que cada relato avanza, va despertando el gran placer de leer una obra singular, muy especial y de gran valor. Bernhard experimenta constantemente con el lenguaje y con el estilo, su propio estilo y lenguaje, muy particular y suyo. En estos relatos de magnífica prosa redundante, aparecen elementos relacionados con acciones situadas al borde del precipicio, en la linde de los árboles: asesinatos, ahorcamientos, muertes violentas, suicidios –frecuentes y recurrentes. Todo ello narrado sin ningún atisbo de provocación, sin exagerar nunca la nota, como si todo transcurriera con una normal normalidad. Para el narrador los hombres son fantasmas, sólo fantasmas. Resulta fácil perderse en esta prosa bernhardiana, torrencial y tumultuosa, que tiene a menudo connotaciones kafkianas, deliciosamente repetitivas. Otro de los referentes es Robert Walser, con una cita del cual inicia el último relato, hasta el punto de hacer uso de un lenguaje que te oprime los pulmones hasta hacértelos saltar de satisfacción. Pues, ya se sabe, y si no se sabe yo lo digo, eso de leer a Bernhard se puede convertir en una fiesta o en un suplicio. Depende de la constitución de cada lector.
Joan Guasp

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