sábado, 11 de abril de 2009

LITERARIAS

Los días tibiamente frescos, claros, vibrantes, perfumados, rebosantes, exuberantes, eran como búcaros de cristal de sorbete persa, con colmo espolvoreado de nieve de agua de rosa. Las noches, estrelladas y solemnes, parecían altivas damas en terciopelos enjoyados, rumiando en su casa, en orgullosa soledad, el recuerdo de sus amantes Condes; los soles de casco de oro. Para dormir, a uno le era difícil elegir entre tan incitantes días y tan seductoras noches. Pero todas las brujerías de ese tiempo sin menguante no se limitaba a prestar sus encantos y potencias al mundo exterior. en el interior, afectaban al alma, especialmente cuando llegaban las horas calladas y suaves del ocaso. Entonces, la memoria formaba sus cristales igual que el claro hielo suele formarse de crepúsculos sin ruido

Mellville ("Moby Dick")

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